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lunes, 10 de agosto de 2009

Chapman sueña con fama y fortuna en Grandes Ligas

Agosto 9, 2009

chapmanTomado de ESPN The Magazine

Por Jorge Aranguré

BARCELONA, España — Mientras se sienta bajo una noche estrellada en el patio de un restaurant, Aroldis Chapman juega con la pequeña video cámara que usó para grabar su entrenamiento más temprano ese mismo día. Aprieta los botones con sus largos y delgados dedos — que le dan al fenómeno la ventaja cuando hace un lanzamiento en curva. Una vez que Chapman descubre cómo mirar el video en la cámara, queda pasmado al ver su imagen lanzando en una sesión del bullpen. Queda mirando durante unos momentos sin decir una palabra.

Chapman después queda embelesado con el iPhone de alguien, su obsesión actual. Se pregunta cómo puede hacer para conseguir uno. Chapman toca la pantalla y pregunta si le puede bajar un programa para chatear con sus amigos — los nuevos que hizo en España y los viejos que tiene en Cuba. Mira el iPhone con ansias de poder tenerlo, de la misma manera que los escuchas de la liga lo miran a él.

“Podemos ir a los Estados Unidos y comprar un iPhone desbloqueado”, dice un amigo. “Costará un poco más caro”.

Este joven de 21 años conlleva una inocencia y dulzura que acompaña su edad. El mundo, tan grande ahora que se exilió de Cuba hace casi un mes, lo está absorbiendo, está llegando a él con fuerzas, como una recta de 100 mph. De todas maneras, no se cansa de ver más y más. Su sed de cosas nuevas es infinita.

Chapman por lo general come dos bistecs a la vez en la cena. Juega con los videojuegos hasta la madrugada. Duerme todos los días hasta pasado el mediodía. Le gusta ir a bailar a las discotecas. Usa jeans de diseñadores y relojes grandes.

Queda pasmado cada vez que pasan carros veloces y lujosos. Le gustan las cadenas largas de oro que cuelgan en el cuello. Se pasa horas escuchando música en el iPod de la prometida de su agente.

Chapman está absolutamente fascinado por la tecnología. Más que nada, disfruta de las cosas que nunca ha tenido.

Está casi seguro de los 21 años que dice tener. Tiene el pasaporte y su actitud joven para demostrarlo.

“Quiero convertirme en el mejor pitcher del mundo”, dice. “Aún no lo soy. Pero con trabajo duro puedo llegar a serlo”.

Chapman lo quiere todo, y dentro de poco podrá conseguirlo. En algún momento, alguna franquicia de las mayores le ofrecerá un contrato dentro del rango de los $40 -$100 millones. ¿Pero será mejor por eso? ¿Será que el nuevo mundo lo cambiará?

Después de fallar en su primer intento de exiliarse en la primavera de 2008, Chapman salió del hotel en el que estaba hospedado en Rotterdam, Holanda, el primero de julio — en donde el seleccionado nacional de Cuba estaba jugando el World Port Tournament — se subió al asiento del acompañante de un carro que conducía un conocido y se marchó. En Cuba, dejó a su padre, su madre, sus dos hermanas, una novia y un bebe recién nacido al que aún no ha conocido. De inmediato, Chapman se convirtió en el jugador amateur de béisbol más codiciado del mundo.

En los momentos que siguieron a su exilio, comenzó un gran conflicto — la pelea por el alma de Chapman.

‘¿QUÉ SE SUPONÍA QUE HICIERA?’

El sol comenzó a caer en Playa Blanca, en la costa del sudeste de Cuba un día de marzo de 2008, cuando dos luces azules aparecieron en el horizonte, girando en el aire como luces de un faro. A la distancia, dentro de una pequeña casa de playa, no se podía distinguir lo que eran esas luces, pero incluso un desertor principiante como Aroldis Chapman sabía que las luces azules no eran una buena señal.

Unos días antes, un conocido de Chapman de su ciudad natal, Cayo Mambi, en la provincia de Holguín, se le había acercado y le había hecho una propuesta con la que ganaría millones de dólares. Algo que Chapman no podía imaginar. Vivía en una pequeña casa con su familia, conformada por cinco miembros, con un techo que goteaba cada vez que llovía con fuerza.

Aunque Chapman era una estrella en ciernes en la Liga Nacional de Cuba con los Sabuesos de Holguín y con la selección nacional, no era tratado como tal. En Holguín, Chapman pasaba sus días libres mirando la televisión de 34 pulgadas que tenía la familia. Cuando se aburría, le pedía prestada la bicicleta tambaleante con las ruedas dobladas y los pedales rotos a su amigo.

Chapman viene de un entorno humilde. Juan Alberto Chapman y su esposa, María Caridad De la Cruz, siempre tuvieron grandes aspiraciones para su hijo, Albertín, a quien le dieron el nombre por la estrella de cine cubana. Pero casi todos siempre lo han llamado por su segundo nombre, Aroldis, que había sido el nombre de su tío.

El padre de Chapman fue entrenador de boxeo y después trabajó en la ciudad. Su madre nunca trabajó. Los abuelos paternos de Chapman habían emigrado de Jamaica hacia Cuba para tener una mejor educación, pero incluso esa movida no cambio la suerte de la familia. Los Chapman, cuyo apellido puede ser rastreado entre los primeros pobladores ingleses de Jamaica a fines del 1600, no eran una familia prominente.

No pasó mucho tiempo para que Aroldis Chapman se sintiera intrigado por el plan de exiliarse de su conocido.

Este hombre le había dicho a Chapman que iba a tener que subirse a un carro, viajar hacia el sur de Playa Blanca y después esperar en una casa de playa hasta que cayera la noche. En ese momento, Chapman y otros jóvenes más, se subirían a un bote y navegarían hasta el otro país, hacia su libertad. Después de eso, Chapman tendría la posibilidad de conseguir la ciudadanía y jugar en las mayores.

El plan parecía simple, de modo que Chapman aceptó.

Pero a medida que las luces azules se acercaban a la casa de la playa, Chapman vio que estaban montadas en un carro blanco — el Lada, un vehículo fabricado en Rusia, el primo ideológico de Cuba — que por lo general es usado por la policía. Estos llegaron y rodearon a todos, incluyendo a la estrella del béisbol.

“Lo primero que pensé”, dice Chapman, “fue que había terminado mi carrera”.

La policía llevó a Chapman a su casa, pero poco tiempo después fue convocado a una reunión con el presidente, Raúl Castro, en La Habana. Chapman no sabía qué esperar. Temía lo peor.

“Sabía que si me prohibían jugar, me iba a escapar de Cuba de inmediato”, dice Chapman. “Es decir, ¿Qué se suponía que debía hacer? El béisbol es lo único que conozco”.

En vez de eso, a Chapman le dieron un indulto condicional. Castro suspendió a Chapman por lo que quedaba de la temporada de la Serie Nacional y lo sacó del seleccionado olímpico que fue a Beijing. Pero sorprendentemente, Chapman pudo regresar a la Serie Nacional esta temporada y sumarse al seleccionado nacional para participar del Clásico Mundial de Béisbol.

No hubo una razón oficial para esta decisión, aunque se cree que Castro, y su hermano, Fidel — ambos fanáticos de Holguín — no querían debilitar a sus queridos Sabuesos durante demasiado tiempo. Además, sin Chapman, las oportunidades de Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol se debilitaban. Entonces, Chapman volvió al equipo.

Pero eso no lo dejó tranquilo. Aunque el gobierno no le había quitado su carrera, Chapman no salió victorioso de la reunión. En vez de eso, quedó más convencido de que tenía que irse. Ya no quería estar a merced de un gobierno al que no le importaba su bienestar.

Poco tiempo después, Chapman tomó la decisión de que iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para exiliarse. Iba a mantenerse leal a su nación y a su equipo hasta que llegara el día perfecto en el que se pudiera ir.

Quizá fue en ese momento, antes de su deserción real, cuando comenzó la lucha por el alma de Chapman.

‘PUEDE QUE NUNCA MÁS VUELVA A VERLOS’

En la primavera de este año, la selección nacional se reunió en La Habana para prepararse para el World Port Tournament, un evento menor que precede a la Copa del Mundo en septiembre, en España.

Del equipo que fue eliminado de manera vergonzosa en la segunda ronda del Clásico Mundial de Béisbol, sólo cinco jugadores viajaron al torneo en Rotterdam, Chapman fue uno de ellos.

Pero Chapman tampoco se había distinguido en el Clásico Mundial de Béisbol. Chapman cayó ante Japón y permitió tres carreras en apenas 2 1/3 entradas. Pero Chapman aún era considerado el as del equipo y estaba programado que lanzara en el primer partido de Cuba en ese torneo.

Pero para ese entonces, Chapman no tenía intenciones de lanzar. Iba a desertar en Rotterdam.

”Pensé que en ese torneo iba a ser más fácil escapar”, dice Chapman. “Iba a haber menos seguridad”.

Después del incidente en Playa Blanca, muchas personas se le habían acercado a Chapman con promesas de liberarlo. Chapman se negó cada vez que lo hicieron. Aunque no está seguro, Chapman cree que la policía interceptó una llamada telefónica de una de las diez personas que se iban a ir con él esa noche en el barco. Sabía que mientras más personas sabían de sus planes, mayores eran las posibilidades de que lo atrapasen. De modo que en Cuba no le contó a nadie sobre sus planes, ni siquiera a su familia, ni a su novia embarazada, Raidelhis Mendosa Santiesteva.

Con el fin de encubrir su plan de manera exitosa, Chapman se preparó para el torneo como si realmente fuese a lanzar. Por lo general, durante las prácticas, Chapman observaba con melancolía a sus compañeros de equipo para asegurarse de grabar en su memoria esos momentos.

”Pensé en pasar más tiempo con mis compañeros de equipo ya que había posibilidades de nunca volver a verlos”, dice Chapman.

Cuando el equipo cubano abordó el avión hacia Holanda el 1 de julio, el estómago de Chapman estaba hecho un nudo. Pensó en la familia que iba a dejar atrás. En lo que iban a pensar sus padres y sus hermanas. Más que nada, estaba preocupado por su novia y su bebé, Ashanti Briana, que había nacido hacía tres días mientras él practicaba en La Habana.

Raidelhis y Chapman se habían conocido en una fiesta hacía alrededor de dos años. Él la sedujo con una broma e instantáneamente se convirtieron en pareja.

Chapman por lo general dice que ella es su esposa aunque no están legalmente casados. Dice que lo mejor que podía hacer por su familia era exiliarse.

”El nacimiento de mi hijo me ayudó a comprometerme más con este deporte”, dice. “Debo esforzarme más”.

Lo que hizo que las cosas fuesen más complicadas fue que Chapman no estaba seguro de cuál iba a ser el día en el que desertaría. Ya que no confiaba en los demás, Chapman no tenía un plan demasiado sólido.

El equipo pasó por la aduana al llegar a Holanda. Por razones desconocidas, la Federación de Béisbol de Cuba no siguió el protocolo según el cual deberían haber confiscado los pasaportes de los jugadores. En vez de eso, cada uno conservo su documentación. De modo que ese fue el primer aliciente de Chapman.

Con su pasaporte, Chapman tenía dos ventajas: Podía demostrar su identidad y podía conseguir la residencia más fácilmente en cualquier país, algo que es clave para poder convertirse en un agente libre.

El equipo cubano llegó al hotel, almorzó, y después de eso, cada uno posó para las fotos de las credenciales para el torneo. Chapman después subió a la habitación número 227 para distraerse con su compañero de habitación, el pitcher, Vladimir García.

”Comencé a pensar en todo, en mi familia, en toda las personas que dejaría atrás, en mis amigos”, dice Chapman. “Pensaba que quizá no los volvería a ver. Fue en ese momento que tomé la decisión”.

Momentos después, Chapman le dijo a García que iba abajo a fumar. Chapman salió de la habitación llevando sólo su pasaporte y un paquete de cigarrillos. En un momento durante su corta estadía en el hotel, Chapman llamó a un amigo con el que no hablaba hacía un tiempo, pero sabía que iba a estar en Holanda para este torneo. Este amigo le dijo a Chapman que él y otro amigo más iban a estar esperándolo en un carro afuera del hotel.

Al llegar al lobby, Chapman, esperando una multitud, se dio cuenta de que no había nadie que pudiera frustrar su escape. Tenía una remera azul y los pantalones clásicos a rayas de Adidas, Chapman entonces espero cinco minutos hasta que llegó su amigo, caminó hacia la entrada del hotel y se subió al carro.

Después de dos días, Chapman, con todo el mundo del beisbol preguntándose dónde estaba, juntó coraje para llamar a su novia desde Holanda. Mendosa le dijo que tenía miedo de no volver a verlo nunca más. Él le prometió que algún día iban a volver a estar juntos.

Chapman no se animó a llamar a sus padres hasta el día después de hablar con su novia.

”Estaban molestos por lo que había hecho, pero me dijeron que si yo estaba bien, ellos iban a estar bien”, dice Chapman.

Aunque los nervios todavía lo afectaban, Chapman se pasó los primeros cuatro días de libertad celebrando en Ámsterdam. El tercer día después del exilio de Chapman, un amigo de la infancia de Cuba que ahora vive en los Estados Unidos llegó a Holanda. Pedro* era un jugador universitario en su penúltimo año que estaba siendo asesorado por Edwin Leonel Mejía, un agente con una firma relativamente nueva, Athletes Premier International. Mejía llego en el cuarto día de Chapman en Holanda. Ese día, Chapman firmó un contrato con Mejía, que después fue certificado por la Asociación de Jugadores de la MLB.

El quinto día, el grupo de hombres, conformado por Chapman, Mejía, Pedro, el padre de Pedro (que también conocía a Chapman) y un guardaespaldas se amontonaron en un carro y cruzaron Francia para terminar en Barcelona, parando sólo para comer.

Lo que habrá sido para los lugareños cada vez que este grupo de hombres latinos bajaban del carro para preguntar dónde podían comer. Chapman se ríe al pensar en esa idea. En esos momentos, la libertad tuvo sabor a baguette.

Ya era oficial: Chapman era un agente libre.

’ES CASI IRREAL’

Un sedán pequeño y gris hace ruido al pasar por el estacionamiento de grava del Viladecans Baseball Stadium, un ex estadio olímpico en los suburbios de Barcelona, una tarde de julio. Hay tres hombres en el asiento trasero. Un hombre corpulento conduce el carro. Desde el asiento delantero, Chapman se baja escuchando su iPod.

Chapman viaja con el mismo grupo todos los días: Mejía, Pedro, el padre de Pedro y guardaespaldas que el grupo apodó irónicamente GPS debido a su tendencia a perderse con frecuencia. Es un grupo unido — todos son de Cuba, con la excepción de Mejía — aunque fuerzas externas amenazarán con separar este sequito.

Unos días antes de la visita de ESPN en Barcelona, un representante de un agente se acercó a Chapman mientras practicaba y trató de darle una nota. Era la primera vez que alguien se animaba a enviar a una persona para que hablara con Chapman. Por lo general, los agentes o algunos de sus secuaces llaman a uno de los amigos de Chapman. Hasta el momento, él ha alejado a todos los que se han acercado y ha dicho que le ha prometido lealtad a Mejía.

Sus amigos dicen que la lealtad es una de las grandes virtudes de Chapman. La primera persona a la que Chapman llamó después de su exilio fue a Pedro.

”Parece mentira que esté aquí”, dice Pedro.

De hecho, Pedro fue la persona que convenció a Chapman para que se dedicara al béisbol. Un día el equipo de Pedro necesitaba un primera base, de modo que él llamo a Chapman, quien hasta ese momento había sido un boxeador.

”Desde ese momento se enamoró del béisbol”, dice Pedro.

Chapman confía de manera incondicional en su amigo. Los dos están siempre juntos. Sin el consejo de Pedro, Chapman no hubiese elegido a Mejía, quien nunca ha representado a un jugador en un equipo de un roster de 40 hombres de las mayores. De modo que la relación con Mejía parecería estar a salvo mientras que Pedro siga siendo leal a Mejía.

Con el fin de proteger a Chapman, y a sí mismo, Mejía decidió no llevar a Chapman a República Dominicana, donde van la mayoría de los exiliados.

”No queremos que lo molesten”, dice Mejía. “No queríamos que lo persigan ni lo acosen”.

Pero las tentaciones están en todos lados. Chapman practica más que nada aislado, pero las personas que viven cerca del Viladecans Stadium comenzaron a acercarse una vez que se dieron cuenta de que ESPN estaba viendo las prácticas. Chapman y Pedro se distrajeron de inmediato con dos muchachas que terminaron en el dugout. Los dos cubanos se rieron e hicieron bromas, como dos estudiantes en una fiesta colegial.

Dentro de un año, habrá más personas, más interesados, más mujeres, más dinero, más juguetes, más carros, más comida, más de todo. Realmente, la lucha por el alma de Chapman acaba de comenzar.

*Nota del Editor: El nombre real de Pedro se ha cambiado para proteger a su familia en Cuba.

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