GERMAN MESA durante un juego contra Japón en los Juegos de Sidney 2000.
JED JACOBSOHN / GETTY IMAGES
POR FERNANDO VILA
ESPECIAL PARA EL NUEVO HERALD
Germán Mesa fue uno de mis ídolos de aquellos años finales de la década de los 80 y principio de los 90 cuando yo respiraba azul y seguía día a día al equipo Industriales.
Fueron años donde la magia que Mesa regaba alrededor de la segunda almohadilla junto con Juan Padilla era de otra pelota, no de aquella. Las jugadas que hacían esos dos virtuosos del guante levantaban a más de uno de los asientos.
No quiero hablar de su indiscutible destreza en la posición número seis, sus relampagueantes movimientos ni de su habilidad en el terreno de juego.
Me concentraré en las declaraciones de Juan Ignacio Hernández Nodar sobre el short stop habanero a su llegada al Aeropuerto de Miami después de pasar 13 años en las cárceles cubanas.
Según Hernández Nodar, en su juicio de 1996 por tratar de ayudar a escapar a peloteros cubanos, el único que testimonió en contra de él, fue Germán Mesa.
Siempre existió la duda que trabajaba para la seguridad cubana, puesto que después de ser suspendido por su supuesta intención de marcharse del país, fue aceptado nuevamente en el béisbol activo, y llegó a integrar el equipo Cuba, algo que allí, no es normal.
Podemos recordar a muchos que no tuvieron la misma suerte; Pedro José Rodríguez, Armando Capiró, Orlando Hernández, Jorge Luis Toca, Kendry Morales, por solo mencionar a algunos que fueron apartados definitivamente de la pelota cubana, sin derecho a regresar.
¿Por qué con estos hombres el régimen cubano se ensañó y los vetó de por vida para jugar béisbol por intento de salida del país, por tener dólares en su posesión o simplemente por ninguna causa específica, y con Germán Mesa actuaron diferente?
Podemos recordar que Germán Mesa junto al ex lanzador Julio Romero trató de golpear a exiliados cubanos en Puerto Rico en el primer Clásico Mundial en 2006, esos exiliados solo pedían básicamente lo mismo para la Isla que Mesa no tiene: libertad.
Está claro que Hernández Nodar hubiera estado preso de todas maneras pues ya sabemos como el gobierno de Cuba actúa, pero bajo ningún concepto el ex torpedero debió declarar en contra de él.
Cuando se acabe la dictadura, cuando pasen los años, los amantes del béisbol recordarán sus movimientos acrobáticos en el terreno pero también este tipo de incidentes.
Es un pecado delatar a otro ser humano y más cuando eso significa mandar a alguien a la cárcel. El tiempo dirá y juzgará este tipo de acciones cobardes.
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