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lunes, 7 de septiembre de 2009

Heridas profundas del béisbol cubano

POR MARINO MARTINEZ PERAZA

La pelota cubana no ha muerto y nuncá morirá, es eterna por ser una tierra donde se respira béisbol y al levantarse una piedra sale debajo de ella una futura luminaria. Pero la pelota sí está herida por las propias circunstancias que la rodean.

La crisis no tiene su origen con el revés ante Estados Unidos en el Mundial del 2007, en Taipei, ni con el fracaso frente a Corea del Sur en los Juegos Olímpicos del 2008, en China, y tampoco con el sexto lugar en el Clásico Mundial.

Las raíces del mal son más profundas. Su deterioro es el producto de una mala cosecha sembrada a partir de la abolición del profesionalismo, en 1961.

Eliminar el béisbol profesional fue el primer error entre decenas cometidos y que han llevado a las deserciones en los últimos años de algunos de sus mejores jugadores.

Antes de 1961, en Cuba se jugaba de manera simultanea la mejor pelota amateur del mundo y la segunda a nivel profesional detrás del campeonato de Grandes Ligas. Esta es la primera verdad histórica que deben conocer las presentes y futuras generaciones de cubanos que radican dentro y fuera de la isla.

Los dirigentes del béisbol antes de 1961 eran hombres capaces que entregaban todo su esfuerzo e inteligencia en busca del desarrollo del deporte nacional.

Ahí están los casos de Roberto "Bobby’’ Maduro y Baldomero "Merito’’ Acosta, dos dirigentes que organizaron los Havana Cubans y los Cuban Sugar Kings, equipos cubanos que fueron los primeros fuera del territorio de Estados Unidos en participar dentro de los circuitos del béisbol organizado de Grandes Ligas.

Los Havana Cubans fueron casi invencibles en Ligas Menores ganando torneo tras torneo, mientras que los Sugar Kings conquistaron la corona de Triple A en 1960.

Los dirigentes del béisbol de Estados Unidos lo tenían todo listo para entregarle una franquicia de Grandes Ligas a Cuba con el nombre de Havana, y ese sueño fue frustrado al erradicarse el profesionalismo en 1961.

Toda actividad humana necesita de estimulos, y el deporte no es la excepción. El atleta, en cualquier lugar del mundo, aspira a desarrollar sus aptitudes libremente y llegar a la cima de su potencialidad. Negarle ese derecho es un atentado en contra de su propia naturaleza.

Este es el primer factor que paraliza el desarrollo del béisbol cubano. Sus peloteros no tienen derecho a tocar el cielo con la mano, sólo puede llegar hasta donde se lo permitan las autoridades.

Cuba siempre ha sido una potencia beisbolera, y como prueba están el mayor número de victorias en Series del Caribe durante la primera etapa de estos torneos, las 28 Series Mundiales Amateurs, los títulos en Juegos Panamericanos, Centroamericanos y Copas

Intercontinentales.

En la etapa que no habían jugadores latinos en las Mayores, los cubanos sumaron 13 entre 1911 y 1928, mientras que las Ligas Negras de Estados Unidos estaban invadidas por peloteros estelares cubanos y a la isla iban los mejores equipos de Grandes Ligas a medirse en series amistosas frente a novenas criollas, ganando y perdiendo entre ellos, incluyendo en 1920 cuando viajó a La Habana el llamado "Sultán de la Estaca‘’, Babe Ruth, como refuerzo de los Gigantes de Nueva York dirigidos por John McGraw.

El auge fue extraordinario y los cubanos tenían la oportunidad de jugar en Grandes Ligas, con la excepción de los atletas de color por culpa del pecado racial de la época.

Los jugadores que actuaban en las Mayores regresaban a Cuba junto a sus seres queridos y muchos de ellos participaban en los campeonatos profesionales del país.

Todo cambió a partir de 1961. Las puertas se cerraron, se detuvo dicha tradición y se mantuvo a una gran parte de la juventud a espaldas a la realidad del mundo exterior.

Desde la deserción del pitcher René Arocha en 1991, el béisbol cubano ha ido perdiendo su nivel de antaño. El pitcheo del equipo Cuba de los últimos años no es ni la sombra de la rotación que existía en las décadas del setenta y ochenta, cuando se podían sacar 15 o más lanzadores con similar calidad. Y por otro lado...¿Dónde están los nuevos Luis Giraldo Casanova, Antonio Muñoz, Armando Capiró, Pedro José "Cheíto’’ Rodríguez, Omar Linares y compañía?

Según los dirigentes deportivos de la isla, las causas de este deterioro evidente han sido algunas malas estrategias empleadas y la fuga rumbo a Estados Unidos de varios jugadores estelares. En realidad, estas razones no son las únicas.

La escases de los medios e implementos deportivos, el atraso en el sistema de técnica y entrenamiento, la mala alimentación, el poco fogueo ante los mejores jugadores profesionales del mundo por el temor a las deserciones y la ausencia de una verdadera motivación económica de peloteros que valen millones en el mercado profesional y sólo ganan 200 pesos al mes en Cuba, son otras de las causas del deterioro de la pelota antillana.

Decir los contrario en busca de una justificación, es igual que tratar de ponerle una curita a una herida profunda en la piel.

Son centenares los errores y las injusticias en contra de los peloteros cubanos en los últimos 48 años.

Ahí están los propios casos de "Cheito’’ Rodríguez y Rey Vicente Anglada, dos de los mejores peloteros de Series Nacionales que vieron interrumpidas sus carreras en sus etapas de esplendor por las arbitrariedades de sus dirigentes.

‘‘Cheíto’, como le decían a Pedro José, ha sido el jonronero natural más grande de la pelota cubana. Le destruyeron su carrera por tener $81 que le había regalado un tercera base venezolano en la Copa Intercontinental de Edmonton, en 1985. Los dirigentes suspendieron por tener $81 a un hombre que en la pelota actual de Grandes Ligas cualquier equipo le daría $50 millones. ¡Qué absurdo!

Pero Pedro José y Anglada sólo son los rostros más visibles de la inequidad. Las injusticias son muchas, muchas más.

Ahí están los casos de las glorias de la pelota amateur y profesional que por jugar en Grandes Ligas o por radicar en Estados Unidos, sus nombres han sido borrados para las nuevas generaciones de fanáticos de la isla.

La solución no parece llegar a corto tiempo, pues las deserciones seguirán hasta tanto no se le brinden a los peloteros las oportunidades para desarrollar sus aptitudes en cualquier béisbol del mundo donde deseen actuar, y que tengan el derecho a regresar a su patria como lo hacen los dominicanos, los puertorriqueños, los venezolanos y los restantes jugadores de otros países.

Cuba debe reintegrarse a la familia del béisbol profesional, también puede mantener sus Series Nacionales y permitir que los peloteros que deseen actuar en Grandes Ligas lo hagan, con el derecho a regresar a la patria como héroes e ídolos, no como exiliados.

Cuando esto suceda, el béisbol cubano profesional y amateur volverá a florecer en calidad y cantidad, y llegarán nuevos "Señores Peloteros’’ al estilo de Martín Dihigo, Orestes Miñoso, Luis Tiant, Camilo Pascual, Conrado Marrero, Antonio "Quilla’’ Valdés, Pedro Echevarría, Antonio Muñoz, Félix Isasi, Braudilio Vinent, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Rolando Arrojo y Orlando "El Duque'’ Hernández.

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